lunes, 23 de diciembre de 2019

La octava.


Se acabó la espera, doce años de sequía de sufrimientos, de ver mi equipo en lágrimas, obligado primero a una segunda división de la que apenas podía salir de últimos lugares de derrotas llegaron ayer a su fin cuando Pinar en contra de todos los pronósticos levantó la Copa de Campeones del Torneo Apertura.

Aún recuerdo aquel torneo del 2007 cuando un golazo del Rubio Reinier Alcántara nos daba la séptima estrella en pleno San Cristóbal y nada más y nada menos ante el Expreso de Cetro, Pinar tocaba la gloria desde donde cayó al aviso apenas dos años después.


Un abismo que no logró calmar siquiera la segunda plaza alcanzada en el 2013 bajo el mando del Profe Pablo Elier Sánchez, cuando como esta vez se llegó en contra de todos los pronósticos para salir apaleados por el Expreso que tomaba dulce revancha al apalearnos 7-0 en el global.

Una maquinaria naranja comandada por uno de mis grandes ídolos y amigo el espirituano Ariel Martínez, el Flaco nos liquidó en plena EIDE Osmany Arenado con par de goles sentenciando el 3-0 de la ida, el de vuelta a esas alturas ya sobraba y Villa Clara terminó el pinareñicidio con un lapidario 4-0 en Zulueta.

Por eso ayer, de cierta forma era revivir aquella tarde en Zulueta, de visita, esta vez en Morón, contra el mejor equipo del torneo, con estrellas de la talla de Sander Fernández, Joan Carlos Casola, Asmel Núñez, Aníbal Álvarez La Pera y Ernesto Duane sonaban más a final del 2013 que al 2007.

Aun con malos augurios el amor por el Verde de mi equipo me hizo buscar donde seguir el partido, esconderme en las esquinas del trabajo a ratos en busca de la señal de Radio Surco o Rebelde para seguir el minuto a minuto del partido, señal esquiva que se moría casi de la misma manera que arrancaba, lapsus de minutos que morían en el silencio que provocaba la desesperación.

Y llegó el descanso, no del partido sino el mío y con el poder sentarme y tratar de escuchar el partido, pero la alegría de por fin disponer del tiempo para seguirlo se convirtió en desespero y angustia por las andaduras de la señal que seguía en sus ires y venires, para mayor tortura una y otra vez, era Ciego quien estaba cerca del gol cuando lograba conectarme y eran goles de Pinar cuando desaparecía.

Cabalas en mano, cerré las ventanas radiales y como el técnico que se vuelve de espaladas al marco para no ver el penal que cobrará su equipo, me encomendé a un gran amigo y paisano para que me mantuviera informado, si el que Pinar ganara dependía de que no lo oyera, estaba dispuesto al sacrifico.

Y llegó el descuento de Ciego, el empate con el golazo de Keko, la expulsión pinareña, la entrada, quizás como señal divina de José Ciprían Alfonso sobreviviente de aquel equipo Campeón del 2007 y los penales, las manos unidas, el rostro contra los dedos y el pedir a Dios por mi equipo, por cada uno de los pateadores del cuadro de mis amores, por el Plástico que nos había llegado hasta allí.

El sonido de celular con las actualizaciones era lo único capaz de interrumpir mis plegarias, 

“- Anotó Ciego,
- Gol de Pinar, dos – dos,
- Falló Kekoooooo,
- gol de Ciego estamos tres – dos,
- Como tres dos? Fallamos nosotros alguno?
- Si Rigo
- Gol de Pinar estamos tres – tres
- Fallooooooooo Ciegoooooo, si anotamos ganamos, viene Maikel”

Y entonces el silencio, segundos tal vez, pero interinables para quien a la distancia sufría por su equipo, y una nueva plegaría para un Dios quede haber podido contestarme seguro hubiera respondido “Chico ya te oí como 100 veces”

Y por fin la señal, el mensaje.

“Ganamoooooooosssssssssss.”

Y doce años de espera explotaron en mi pecho, la garganta se apretó, las lágrimas llegaron hasta el borde de los ojos y la necesidad de expresar la alegría con mensajes al amigo que había sido mis ojos, mis oídos durante 90 minutos de sufrimiento, y por qué no con el hermano que por años se ha mantenido a mi lado en esta lucha por un futbol mejor, por un futbol cubano más justo y con respeto al futbolista nacional.

Pinar alzaba la Copa, y yo desde lejos celebraba tal y como lo hacían los que no pudieron viajar a Ciego de Ávila y que desde nuestra querida tierra o como yo desde otras tierras celebración a la que no alcanzó un grande, un inolvidable del futbol pinareño, jugador más valioso de la gesta del 2007: Yoerlandis Puente, quien se nos adelantó al mundo del más allá desde donde seguro sonrió, cerró el puño y dijo: La Octava ya es nuestra.

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