Te
levantas sin casi haber dormido anoche, los mosquitos, el calor, el jodido
apagón te hicieron del sueño una maldita Odisea, apenas pones algo en tu
estomago no por dieta matutina, sino porque no hay nada para el desayuno.
Tomas
tus tenis, o tu tacos remendados, los nuevos no, esos en los que gástate un
pulmón y medio del otro para poder comprar, no, esos son para los juegos, para
el Nacional porque sabes que nadie te dará unos para la competencia, porque el
“bloqueo” no permite que lleguen los que “compraron” y están detenidos en una
aduana aunque en la puerta de atrás del Marrero sabes puedes conseguir unos
siempre y cuando tengas con que pagarlos y lo hagas en silencio.
Te
apuras porque sabes que el míster no cree en cuentos y hay que estar tempranos,
bicicleta, a pie, guagua o cualquier medio de locomoción para llegar a la
cancha y llegas con el ostine y el cansancio de tantas vicisitudes.
El sol
ya pica y el terreno está en candela, los huecos son una invitación a la
destrucción de tus tobillos, una oda al pique incorrecto del balón y las
pierdas esperan pacientes, cayadas, para rasgar tu piel, los balones están
escasos porque han sufrido los mismos avatares del los tacos que nunca
llegaron.
Pero
hay que entrenar, la gente te pregunta para qué, que te dediques a otras cosas,
que el futbol no es cosa de cubanos y sin aun haberte visto darle un punta pies
al balón ya asumen que eres malos “los cubanos no tenemos el futbol en el ADN”
escuchas en la calle, con menos frecuencia pero más de seguido en medios
oficiales que mientras imponen silencio absoluto sobre los que como tú dejan la
piel en los Campeonatos Nacionales o Provinciales, exaltan a las estrellas
futboleras de ultramar que quizás ni conozcan donde esta nuestra isla.
Pero
sabes que eres bueno, que tienes talento, que el futbol si esta en tus venas y
que contra todo y todos cumplirás tus sueños, porque aquel “si otros pudieron,
¿por qué yo no?” y luchas, ni el hambre, ni la deshidratación, ni los
escépticos ponen alto a tus sueños.
El
Míster te llama aparte y te dice que estas en el equipo que el Campeonato
Nacional ya no será un obstáculo para tus sueños, y la rompes, a pesar de los
pesares de las necesidades, la rompes, tus compañeros, tu rivales y algunos de
los fieles al balompié local te lo dicen, y sientes que estas cerca que el
Marrero está más cerca y no la puerta de atrás donde pudiste conseguir aquellos
tacos “decomisados” por el imperio, y en los que invertiste las balas que
tenías.
Pero
no, no te llaman, y miras incrédulo la lista con nombres de jugadores que es
impensable estén allí ¿regionalismo? ¿Amiguismo? No sabes, pero no deberían
estar allí porque tal vez la modestia no te deja reconocerlo abiertamente,
sabes que están por debajo de tu nivel, que los números dicen otras cosas.
Pero
nadie habla, o pocos hablan de tu ausencia, la mayoría llora por los
legionarios, los que van a “salvar el futbol cubano” Pero … ¿Y yo? ¿Y nosotros?
Los del barrio, los que nos rompemos día a día, ¿no lo estamos tratando de
salvar también? Y no entiendes, imaginas que sus logros y Ligas donde juegan
los hacen mejores a los ojos de todos, pero si no han tenido la posibilidad de
verte como juegas, como driblas, como haces los goles o los detienes entonces
como son capaces de juzgar en medida cierta quien es mejor.
Sobrevives
al parón de ocho meses y el Campeonato Nacional se rinde de nuevo a tus pies
ahora si llega el llamado, te sientes feliz, listo para el Marrero y llegas y
el paraíso soñado se convierte en pesadilla, no hay agua, la comida da asco, el
calor en los albergues es insoportable, peor que en casa y el hacinamiento lo
hace aun peor.
Pero ya
llegaste y el orgullo de jugar en la selección nacional de poder viajar y de
poder conseguir cosas para ayudar a la familia hacen que esas cosas resbalen
sobre tu humanidad y pasen de largo, ya estas allí y ahora solo es mirar adelante.
Pasas
el filtro de los “seguros” y por primera vez pones un pie e el avión, viajas
alrededor del mundo para llegar a un lugar que está simplemente a dos horas
Cuba, pones pie en tierra y tu pasaporte queda decomisado, los misters y
delegados se convierten en policías, guardias de seguridad que limitan a donde
vas o lo que haces.
Comienzas
a entender lo que oías, o lo que leíste en aquel Blog prohibido por los
“Jefes”, tus ojos se abren a una realidad diferente. Los reúnen y les hablan de
giras futuras, de trabajos para conseguirles contratos fuera de Cuba y del pago
al regreso y te ilusionas porque luces bien en los minutos que tuviste.
De
vuelta a casa hay asientos vacíos, algunos ya no regresan, han decidido
lanzarse a la aventura y no entiendes por qué, pero no los juzgas, o tal vez
si, pero al final les deseas suerte.
Llegas
y el pago no aparecen, los contratos tampoco, a pesar de que hay rumores de
equipos que te quieren y ¿la gira?... tampoco, no hay nada, y el ciclo se
repite y ya no eres el mismo de antes, ya las mentiras de los jefes no suenan
tan reales como antes.
Y
decides quedarte, en un país ajeno, con un lenguaje desconocido, pero decides
hacer lo que otros hicieron antes.
No
importa el momento, no quieres hacerlo en ese momento porque el torneo está
comenzando y no quieres dejar solo a tus compañeros pero no sabes si habrá otra
oportunidad, los chequean cual campo de concentración alemán, así que aprovechas
la primera oportunidad y abres tus alas, vuelas lejos de todo eso e inicias una
vida rumbo a lo desconocido, pero lo desconocido te asuste menos que lo que ya
conoces y te espera al regreso.
No te
importan para nada las palabras de desertor, traidor y otros adjetivos
despectivos que usarán algunos, te duelen tus compañeros, tu familia a la que
tendrás que dejar de ver por 8 años y algunos a los que jamás volverás a ver.
El
cambio es brusco, es duro adaptarse al nuevo mundo, pero logras encontrar una mano
amiga y luchas, trabajas en lo que encuentras y juegas donde puedes en lo que
esperas que la burocracia migratoria te permite legalizar tu estatus.
Lees
que el equipo volvió a convocar para un nuevo torneo y ves algunos nombres
tachados, incomprensiblemente dejados fuera de la lista y te enteras que
chismes, pueden más que actuaciones deportivas y que tus compañeros son dejados
fuera por no pasar el filtro de los “seguros” y respiras aliviado de haber
tomado la decisión de quedarte porque en ese grupo pudo haber estado tu nombre.
Por fin
llegan las pruebas, los famosos Try Outs, pero a pesar del que crees lo hiciste
bien no quedas en los seleccionados, te deprimes, pero recuerdas que ya pasaste
por eso anteriormente y pruebas de nuevo y vuelves a probar hasta que recibes
un email invitándote a la pretemporada.
Alguien
por fin vio tu calidad, no le importó tu origen y te da una oportunidad, y la
aprovechas, la rompes y tu nombre empieza a aparecer en el internet, la gente
comienza a hablar de ti e ironías de la vida, aquellos que una vez ignoraron tu
presencia en la preselección nacional ahora hablan de ti, piden que estés,
pasas a se runo de esos legionarios que “salvarán” el futbol cubano.
Ya no
eres el chico de barrio invisible que juega en el Campeonato Nacional, ahora
eres un Crack, ahora eres esto, lo otro y los adjetivos adornan tus actuaciones
y te da cuentas de las ironía de la vida.
Te das
cuenta que eres el mismo, aquel que se levantaba sin poder dormir, que
entrenaba sin desayunar con tacos rotos y que solo te conocían en el barrio y
que no salvaras al futbol de Cuba ahora que eres legionario, porque para
salvarlo hay que cambiar muchas cosas, entre las que está como la gente, los
medios, ven a los chicos como tú; un simple futbolista cubano.
Excelente publicación, mas cierta no puede ser, perfecta para el guión de una pelicula donde muchos pueden ser los protagonistas.
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