Una de las historias más llamativas y
dramáticas del futbol cubano se vivió hace 42 años atrás en la sede donde
mañana nuestra selección buscará un resultado que le permita colocarse en la
División A de la Liga de Naciones de la CONCACAF en su primera edición.
Se vivía la eliminatoria mundialista rumbo a
Argentina 1978 y le tocó a nuestra
selección enfrentar a la haitiana que venía de haber jugado el Mundial de
Alemania 1974, tras haber eliminado entre otros a México en la elimantoria
rumbo al Mundial Teutón.
Cuba amasaba una hornada de grandiosos
jugadores quienes en la Olimpiada del Montreal 76 habían empatado con Polonia,
tercera de la Copa del Mundo dos años atrás y que habían eliminado fácilmente
Jamaica 2-0 y 3-1 en la primera ronda rumbo a Argentina, una selección que
ilusionaba a la afición, una afición que había abarrotado el estadio
Latinoamericano (25 593 espectadores cifra oficial) para ver el partido de ida
del cruce Cuba-Haití.
Un partido que Cuba debió asegurar en una
primera mitad donde el dominio fue agobiante y donde en apenas 19 segundos se ponía
encima en el marcador gracias al gol de Ramón Núñez (el más rápido en la
historia de la selección), pero la presión no se transformó en goles y se desperdiciaron
una tras otras las posibilidades frente al marco del equipo visitante que en la
segunda mitad sabría emparejar las acciones y llevarse un valioso empate a casa
gracias al gol de su gran estrella Enmanuel Sanon.
Se decidiría entonces la suerte el 11 de
Diciembre, en el Sylvio Cator de Haití sobre vendido, muy por encima de la
capacidad que podía albergar, unos 25 mil, que si bien fue la cifra reportada
se dice que las autoridades simplemente dejaron las puertas abiertas y dejaron
de contar al publico que abarrotó el graderío, un público que se mantuvo
beligerante y presionando desde el mismo comienzo a pesar que la selección
cubana trató de mostrar sus buenas intenciones lanzando ramos de flores a las
graderías.
José Francisco Reinoso, Luis Holmanza, Antonio
Garcés, Rene Bonora, Andrés Roldán Lázaro Amado Povea, Ramón Núñez, Francisco
Fariñas, Regino Delgado, Jorge Massó y Carlos Loredo arrancaban esa noche en
busca del triunfo que lanzara a Cuba a la siguiente fase.
Y si bien fueron los haitianos quienes se
apoderaron del balón, su dominio se limitaba a sus tres cuartos de cancha
siendo casi nulo su peligro sobre el arco defendido por Reinoso gracias a la
gran marca personal establecida por la Tricolor Cubana que fue la que más
peligro mostró y a la que se le negó un penal de Wilner Piquant a Regino
Delgado.
A los 79 minutos una calbaga de Roberto
Pereira, que había entrado a los 70 por Núñez, terminó con un disparo suyo que
reventó el poste haitiano, Andrés Roldán que había seguido la jugada se encontró
con el balón y lo envió al fondo de las redes.
Apenas reiniciado el partido los cubanos se
lanzan al ataque en busca del segundo pero se arma una confusión y pánico en
las gradas detrás de la portería haitiana, el sonido de unos disparo (se dice
que un guardia enojado por el gol cubano, golpeó el suelo con su arma lo que
provocó que se disparara hiriendo mortalmente a un aficionado) desató la
estampida de los espectadores que
quedaban atrapados por lo superpoblado de las gradas sin espacio para ponerse a
salvo unos caían sobre los otros (provocando la muerte de otras cinco personas
(y si el número de fallecidos no fue mayor fue simplemente porque los que
habían caído primero acolchonaban la caída de los otros)
El central del partido, el puertorriqueño José
María Montañez Bosch, pudo haber detenido el partido en esos momentos debido al
inminente peligro y caos que se generaba en esos momentos, pero no lo hizo y
los jugadores cubanos quedaron frisados ante el espectáculo de terror que se
desarrollaba frente a ellos, algo que provechó Wilman Nazire para recoger el
balón avanzar totalmente desmarcado y habilitar a Enmanuel Sanon que colocó el
empate, un gol que increíblemente Cuba no protestó pero al que respondió con
una gran jugada de Roberto Pereira que abrió a la defensa haitiana para
servirle el balón a Jorge Massó p[ara que este colocara el 2-1 a favor de Cuba.
Montañez se detuvo y fue hasta la línea a
conversar con su asistente, lo que hablaron entre ambos será algo que solo
ellos podrán contar pero la legitimidad del gol cubano estaba fuera de dudas,
terminada la conversación el central se volteó hacia el campo y señaló el medio
del campo. 2-1 Cuba y la clasificación en la mano.
La decisión provocó la explosión de ira de los
jugadores haitianos que rodearon e intimidaron al central mientras el público
en las gradas se tornaba más amenazante, completamente intimidado por las circunstancias
Montañez le dio marcha atrás a su decisión y anuló el gol, Massó se le acercó
para preguntar la razón y fue expulsado.
Tras el partido, en los alrededores del
estadio se encontró el cuerpo sin vida del guardia que disparó durante el
partido y cuya muerte sería rápidamente achacada a un suicidio por parte de las
autoridades haitianas.
Sin Maso en la cancha Cuba estuvo lejos de su
accionar durante el partido de desempate jugado en Ciudad de Panamá y terminó
cayendo dos goles por cero.
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