Por Sandy Mederos:
Cumplidos los 33 años, a Juan Miguel Hernández todavía le queda mucho fútbol.
Cualquiera con un poco de sentido común encontraría un patrón muy claro en el deporte cubano de estos días. En esta época de jugadores de alquiler, contratos y limitaciones por parte del INDER, muchas historias se vuelven anónimas. Jugar fuera de Cuba, sin “licencia” del organismo que maneja la práctica atlética de este archipiélago, es una actitud que a los rácanos encargados del asunto, les sabe a pecado.
El fenómeno ha resultado en la pérdida de lo que Antolín el Pichón
llamaría el “talento local”, pues ante la falta de raciocinio, se impone
a veces tomar un camino que sea, digamos… más coherente con uno mismo.
Algo así le pasó a Juan Miguel Hernández Massino, un no-tan-joven
futbolista, oriundo del barrio habanero de Lawton, quien hace un par de
temporadas decidió marcharse a Antigua y Barbuda (A&B), cercana
nación caribeña que en poco tiempo se ha convertido en una suerte de
refugio para muchos jugadores de la Mayor de las Antillas.
“Los motivos por los cuales vine a jugar acá en 2016, fueron
dos muy claros. Primero que todo, estuvo el componente económico, porque
aunque el fútbol es mi vida, en Cuba no se paga y son demasiados años
en esto, sin ninguna motivación. Lo otro fue que lo vi como un reto
personal, como forma de demostrarme a mí mismo, y a todos aquellos que
nunca confiaron en mí, que yo sí podia”.
Desde que tiene uso de razón, “Pompi” —como le conocen todos—
recuerda estar pateando balones. Cada vez que regresa de Antigua, y
tiene “un chance”, juega por el equipo del municipio de Diez de Octubre,
y de ser posible, defiende también los colores de La Habana.
Su debut en torneos nacionales fue en 2003, cuando solo tenía 18 años
e Industriales se enfrentó en la cancha de Zulueta, al entonces potente
once villaclareño, conocido como el “Expreso del Centro”. Siguió
vistiendo la camiseta azul hasta que cumplió 23, momento en que le tocó
tomar una decisión difícil.
“Por esa época se me juntaron muchas cosas: estaba recién
graduado de la Universidad, decidí formar una familia y para colmo
eliminaron la participación de Industriales en el nacional. En ese
entonces Domingo Hernández, entrenador de La Habana, no me dio
oportunidades y entonces paré de jugar. Empecé a trabajar en la Aduana, y
no dejé de participar en el provincial. Aunque pasaron otros dos
entrenadores en esos seis años por el equipo de la capital, solo uno me
propuso integrarme al equipo, y yo decidí que para mi familia lo mejor
era seguir trabajando”.
Pero como él mismo dijera, “del diablo son las cosas”, y como al azar
a veces le da por ser demasiado caprichoso, en 2015, “por mero embullo,
y porque extrañaba lo que era jugar”, a Juan Miguel le dio por
enrolarse en una nueva aventura. Se sumó al equipo de Mayabeque, y las
cosas salieron tan bien que el estado de forma alcanzado en ese momento
lo llevó pocos meses más tarde a poner rumbo hacia Antigua y Barbuda.
El primer equipo de ese país con el que jugó fue el Pigotts Bullets.
Recuerda que el partido del debut fue contra Hoopers, en donde entonces
militaban sus compatriotas Marcel Hernández —hoy estrella del Cartaginés
costarricense— y un histórico como Yenier Márquez, defensor central
igual que él.
Sin embargo, a poco de haber empezado a desempeñarse con el Bullets,
debió regresar a Cuba, a causa de ciertas diferencias económicas
existentes entre él y el club. Pero su ausencia no duraría tanto. Volvió
a mitad de temporada para vestir los colores del Liberta FC,
institución en donde vivió alegrías y algún que otro enojo.
“Cuando llegué, el equipo era último en la tabla con apenas tres
puntos y 31 goles encajados. Nadie creía en ellos, pero en la segunda
vuelta hicimos partidos increíbles: ganamos tres en línea, salimos del
descenso, y a falta de una jornada, nos notificaron la terrible decisión
de que la Liga nos quitaba tres puntos por una alineación indebida
sucedida en la décima jornada. Tras eso, el equipo se derrumbó, perdimos
en la última jornada y descendimos. Aquello fue muy feo, porque
sentimos que nos habían quitado en los despachos, lo que tanto trabajo
nos costó lograr en la cancha”.
Al año siguiente el panorama se despejó, y con el Liberta logró el
ansiado ascenso. En lo que va de la actual temporada llevan tres
victorias y dos derrotas, y con nueve puntos marchan empatados en el
tercer puesto de la Premier Division, principal torneo que allí se
disputa.
“Aunque muchos no lo crean, los cubanos suelen adaptarse rápido y aquí hay muy buena calidad. Tenemos
muchos jugadores jamaicanos, haitianos, paraguayos y panameños, que
están subiendo el nivel competitivo. Es una liga física, con
transiciones defensa-ataque muy rápidas, y por eso hay que estar
concentrados todo el tiempo. Lo primordial es darse cuenta de que no
estamos en el Campeonato Nacional de Cuba, en donde cada roce es falta.
Aquí dejan jugar mucho, y por tanto las entradas suelen ser muy duras.
Por eso cada cual debe mostrar no solo su calidad, sino también su
carácter ante este tipo de acciones, cosa que los cubanos tenemos muy
bien incorporada”.
En 2017, tras su regreso luego de completar su temporada inicial en
A&B, jugó con la Habana, pero el año pasado no pudo hacerlo, porque
el DT de la Habana (Lorenzo Mambrini), no quería que ningún jugador de
los que estaban allá integrara el equipo.
“Él se fue con una burda excusa, y su sucesor, Laureano Arrojo,
decidió asumir esa misma posición, a mi entender, incorrecta. Eso es
algo que solo pasa en el equipo Habana: todas las provincias locas por
que regresen sus jugadores, y van ellos y nos desechan”.
La selección sigue siendo otro sueño pendiente, la guinda del pastel a
su carrera deportiva, porque… ¿a quién no le gustaría ponerse al menos
una vez el uniforme de las cuatro letras? De cualquier forma, él sabe
que no es algo que debe quitarle el sueño. Al final, ese es un tema de
los entrenadores.
“Ojalá se empiecen a tomar en cuenta a los jugadores de Cuba que
juegan en el extranjero, pero ya eso se va de las manos de los atletas.
Eso es decisión del seleccionador y de la comisión nacional”.
Para Juan Miguel, el fútbol cubano ha ido ganando muchos espacios en
los últimos años, lo cual repercute en la masividad de su práctica. No
obstante, cree que las fallas organizativas y la poca calidad de los
torneos locales han sido el principal lastre para el desarrollo de ese
deporte.
“No sé de quién es la culpa. Solo sé que hasta el año pasado
había provincias que entrenaban 4-5 meses para un campeonato nacional de
seis juegos. Eso limita, y mucho, el avance de este deporte. A mi
consideración, deberíamos tener en todas las categorías, desde sub 13 en
adelante, campeonatos nacionales que se acerquen a los 30 partidos por
equipo. Se necesitan mejores terrenos, porque para colmo, los pocos que
tenemos están muy maltratados.
“Otra cosa son los implementos, pues lo mismo chamarretas, pelotas,
señales que botines están ausentes de las canchas. Los entrenadores
muchas veces tienen que ser magos para poder sacar una preparación
adelante. Y eso es al máximo nivel, imagínate en las categorías
inferiores, que es donde se debe aprender a jugar de verdad. Los
managers de la base no tienen nada para trabajar. Lo poco que les llega
es gracias al gran esfuerzo que realizan los padres”.
Estar lejos de su gente durante cinco o seis meses al año ha sido lo
más duro que le ha tocado vivir. Los sacrificios que ha hecho con tal de
acercarse a su sueño futbolero no han sido nada sencillos.
“El fútbol es mi pasión, pero la familia es toda mi vida. No es fácil
estar tiempo lejos de tus hijos, tu esposa, tu mamá, tu abuela, tu
hermano o tus tíos. Y si fuera solo eso… pero está también la otra
cultura, la forma de vivir diferente, el idioma ajeno. Al final, por
mucho que te guste tu deporte, uno nunca se adapta a estar alejado”.
Incluso sabiendo todo eso, Juan Miguel mantiene una visión muy bien
definida. Los cubanos deben empezar a insertarse más en otras ligas de
mejor nivel, y luego deberían tener la oportunidad de juntarse en la
selección. Allí, desde los cracks que juegan en la MLS –como Osvaldo
Alonso o Jorge Luis Corrales–, hasta el más inexperto de los sub-17,
deben entregarse a la camiseta con las mismas ganas, pensando en cosas
grandes. (Tomado de https://www.cubalite.com/la-importancia-de-una-segunda-oportunidad/)
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