Por Alexander Ramírez (Tomado de la Revista Play Off)
“Algún día, si Dios quiere, vamos a tener una conversación. Ahí
entenderás muchas de las cosas que suceden en el fútbol cubano”, fueron
las últimas palabras que me dijo Daniel antes de partir hacia los
Estados Unidos. Corría el mes de junio del 2019 y la selección cubana se
encontraba en Santo Domingo, donde daban los últimos retoques a su
preparación para enfrentar la Copa Oro mientras gestionaban las visas de
la delegación.
Hay frases que esconden más de lo que
dicen, y en ese momento entendí algo que a muchos les tomaría un tiempo asimilar:
Daniel Luis Sáez no abordaría el avión de vuelta a casa. Y así fue. Tras la
segunda presentación del elenco cubano, el espigado futbolista habanero
abandonó el hotel donde se encontraba hospedado el grupo.
Pasaron varias semanas sin que supiera
nada de él, probablemente un mes. Incluso ya había olvidado que teníamos una
conversación pendiente cuando un maratón de audios irrumpió en mi WhatsApp.
Escuché la historia de un joven desgarrado por la realidad que dejaba a sus
espaldas, pero convencido de su decisión; una historia que develaba los
secretos más confinados de un hombre, de una generación. Hoy, con las heridas
más sanas, hemos convenido retomar aquella plática.
¿Cómo
llegas al fútbol? Cuéntame sobre ese primer recuerdo que tienes vinculado a
este deporte
Empecé jugando pelota, pero mi primer
recuerdo vinculado al fútbol es mi mamá. Fue mi primera entrenadora y es mi
entrenadora de toda la vida, personal y profesionalmente. En un principio no
quería que dejara la pelota y luego en el fútbol era quien más me exigía. Mis
primeras patadas las tiré en Santa Fe, en Playa, que es mi casa, mi municipio, el
que me vio nacer, el que me formó, el que me dio los valores. Recuerdo que
entrenábamos cinco días a la semana y siempre salía llorando, esto producto del
mismo carácter competitivo y exigente de mi madre. Pero eso me ha ayudado mucho
en este deporte que es muy mental.
Pocas
personas conocen que en tus inicios jugaste de delantero. ¿Cómo ocurrió esa
transición hacia el centro del campo?
Había empezado siendo mediocentro. Mi
madre me puso en esa posición desde bien joven. Pero antes de los Juegos
Juveniles, uno de los delanteros se muda a Italia con su familia y el
entrenador Carlos González —que a mí me aportó muchísimo— me dice que iba a
necesitar que jugara de delantero.
Como niño al fin, la idea de marcar goles
me gustó. En ese momento no pensé si aquello me iba a perjudicar porque ya tenía
buena reputación como mediocentro en la Comisión Nacional; pero la vida es como
es y en ese torneo quedé líder goleador. Esto hizo que me colocaran de
delantero en la preselección nacional sub-17. Yo estaba consciente que esa no
era mi posición porque siempre me ha gustado estar cerca de la pelota. No me
iba mal, pero como cada entrenador tiene su librito, a Kiki Blake le gustaba
otro tipo de delanteros.
La transición a mediocentro viene cuando me llaman a la preselección
para el Preolímpico de Nashville. Ya estaba allí Maykel Reyes y al DT
“Chandler” González le gusta más ese tipo de delantero: rápido,
incisivo. Un buen día va el presidente Luis Hernández a ver un partido y
yo estoy en el banco. Luis se acercó a Chandler y le sugirió que me
pusiera de mediocentro. A él no le gustó mucho la idea en un principio,
pero yo le dije que esa era mi posición natural. ¡Muchacho! Cuando me
puso a jugar ahí se quedó asombrado. A partir de ese momento, empecé a
entrenar de mediocentro y es donde viene la transición definitiva.
Llegas
al equipo Habana en la temporada 2011-2012, un momento en que la Liga Cubana
contaba con un nivel superior al actual. ¿Fue difícil para un chico de 17 años
ganarse un lugar allí?
Recuerdo cuando llegué a mi primer
entrenamiento. En ese momento estaba en el equipo mí ídolo en el fútbol
nacional que es Jaime Colomé; también estaban Marcel Hernández, Jensy Muñoz,
Heviel Cordovés, Maikel Chang, si mal no recuerdo, Vismel Castellano, Chapotín,
“El Pulla”, Joel Colomé. Aquello era un equipo nacional. Mi primer pensamiento
fue que iba a estar en el banco. Pero cuando comienza la táctica y “Lacho” me
pone de titular, en ese momento creí que era el mejor del mundo.
Soy fuerte mentalmente, disfruto mucho lo
que hago y ese pensamiento me viene sólo a la mente, me transformo. Me lo creí
y me sentí muy a gusto. Pero no fue fácil en ningún momento. Ese es un equipo
que te exige mucho. Estás trabajando bajo presión dentro y fuera del terreno.
No es fácil ganarte la confianza de un grupo tan exigente como ese. Ese grupo
te arropa y te hace el mejor o te hunde y te hace el peor. Es un grupo bien
complicado, bien duro y yo era un niño.
De hecho, aun marcando el gol del empate
en mi debut no me gané la confianza. Me la gané en un partido contra Guantánamo,
jugando de mediocentro nada más y nada menos que con Colomé. Imagínate que el
propio Jaime le decía a Chapotín que cuando yo hiciera el movimiento de 6 o de
8 me diera el balón a mí, que me veía inspirado.
De cierta forma para mí no fue tan
difícil. Sé que lo es porque lo vi en muchos de mis compañeros. Yo tuve buena
aceptación del grupo, aunque me tocó tragar basura más de una vez, no te voy a
mentir. Tuve que escuchar muchas cosas que no me las podía decir nadie de mi
edad. Pero la verdad es que esa es la experiencia más linda que tengo después
del Mundial sub-20. Ese debut, ese Habana, esos jugadores. Pienso en eso y me
erizo.
A
muchos jugadores les toma años llegar al equipo Cuba. En tu caso, un año
después de tu debut con el Habana, obtienes tu primer llamado a la selección
mayor. ¿Te sorprendió o lo esperabas?
Para ser sincero, el llamado a la
selección —en mi caso— era algo bastante inminente. Venía pasando por toda la
pirámide del deporte en Cuba y estaba teniendo un seguimiento por la Comisión
Nacional de Fútbol. Lo que me sorprendió fue que llegara en ese partido de eliminatoria
mundialista contra Panamá. Porque con Chandler yo nunca tuve mala relación,
pero no era tan cercano como con Triana.
Incluso no sé si mi debut fue forzado. No
sé si alguien de más arriba dijo que me pusieran. Pero le agradezco mucho a
Chandler porque fue el técnico que me hizo debutar con la selección.
En 2013, de la mano de Raúl González
Triana, comienza a gestarse uno de los procesos más bonitos de la historia del fútbol
cubano. El Premundial sub-20 celebrado en Puebla, marca el inicio de una
generación que regaló más de una alegría a los seguidores del balompié en La
Mayor de Las Antillas. Pero el camino no inició de la mejor manera.
Se
dice que para aquel Premundial sub-20, la propia federación cubana había
comprado los boletos de regreso para cuando finalizara la primera ronda, dando
por hecho que ni siquiera iban a avanzar de fase de grupos. ¿Es cierto? ¿Cómo
influyó esto en la moral del grupo?
Eso es cierto. Es una gran verdad. La
federación sacó el boleto antes. Fue un secreto que luego se fue sabiendo y
Triana nos empezó a “pinchar” con eso. Mira tú que manera de motivarnos. Triana
con nosotros fue un estelar. Nos sacó el extra de una manera terrible. Nosotros
no teníamos nada del otro mundo, pero mentalmente éramos fuertes. Porque el
cabecilla de nosotros, el león, la cabeza, —que era Triana— se lo creía.
Aquella situación nos hizo más fuertes,
nos hizo crecer y a la vez nos empezó a abrir los ojos. Nos empezamos a dar
cuenta que no eran tan buenos, ni estaban tan interesados. Recuerdo luego las
carreras para cambiar el boleto porque ni ellos mismos se creían que nosotros
íbamos a clasificar al Mundial.
Una
vez me comentaste que tu gran choque con la realidad que ibas a vivir en el
fútbol cubano se dio cuando regresaste a Cuba, ya clasificados para la Copa del
Mundo. ¿Qué sucedió allí?
¿Qué puedo decirte? Nos habían prometido
que si clasificábamos al Mundial iban a darnos un módulo completo, que íbamos a
tener nuestros “tacos”, que íbamos a participar en el Mundial como debía ser,
que íbamos a ser como el resto de los equipos de la competición. Fíjate con la
simpleza que nos motivaron: tener un módulo completo. Cosa que es como comer y
tomar agua, algo muy básico.
Clasificamos al Mundial. Y cuando
regresamos al Marrero para prepararnos, había problemas con la comida, los
albergues estaban igualitos, los aires acondicionados rotos, salideros en los
baños, no sabíamos si la antena del televisor estaba cogiendo la señal del
Canal 6, la de Fox Sport, o la del Canal Educativo 2. Y cuando nos llamaron
para comenzar los entrenamientos, nos dieron unas ropas de entrenar que no las
he visto ni en las tiendas más malas de aquí.
Ahí mi cabeza entró en shock. Literal.
Todos mis compañeros estaban contentos y yo me preguntaba por qué me sentía tan
mal. Lo que hice fue dar mi criterio. Dije que aquello era una falta de respeto
y que no iba a entrenar hasta que no se solucionara. De pronto todo el grupo me
siguió. Hablamos con Triana y redactamos una carta a la Comisión Nacional
diciendo que no íbamos a entrenar hasta que no bajaran a reunirse con nosotros.
Bajaron todos. Yo empecé a hablar y los muchachos no me dejaron solo. Todo el
mundo dio su criterio.
No lo hice con el ánimo de ser cabecilla
ni formar una revolución allí dentro, lo hice porque me molesté. Y ese fue el
punto de inflexión más fuerte, el que más me dolió. Eso me transformó, algo en
mi cabeza cambió ese día. Ahí fue donde me empecé a dar cuenta de muchas cosas
y de lo poco que valíamos nosotros.
Esa
participación en el Mundial sub-20 de Turquía es uno de los logros más
importantes en la historia del fútbol cubano. ¿Tienes alguna anécdota que
recuerdes con cariño de esa Copa del Mundo?
Ese sin dudas fue el pico más alto de la
carrera de todos nosotros y la exigencia más grande que ha tenido el fútbol en
Cuba en mucho tiempo. Y como experiencia fue una cosa tan increíble que no
sabría por dónde empezar.
Recuerdo que en el sorteo deseaba que nos tocara Francia. Soy fan a
Pogba, me identifico mucho con él. Y en la revista del Mundial hacían
una caracterización de los jugadores claves por cada selección. En mi
caso decía algo así como “jugador de similares características a Paul
Pogba, de la Juventus”. Si eso lo estaba diciendo la revista de la FIFA,
¿cómo no me lo iba a creer? Ese pedazo lo tengo recortado en mi casa,
allá en Cuba.
Ese
mismo año, Cuba aprueba las políticas de contratación de atletas en el
extranjero. Sin embargo, en el fútbol se aplicaron varios años después, aun
teniendo una generación con mucho potencial ¿Hasta dónde crees que habría
llegado ese grupo, si desde aquel momento les hubiesen permitido insertarse en
el fútbol profesional?
Es triste esa pregunta. Recuerdo que por
aquel entonces yo estaba trabajando con Joaquim Batica, agente francés. Cuando
se terminó el Mundial me tenía una oferta para Las Palmas, que en ese momento
estaba en segunda división. Eso fue la historia de nunca acabar. En la Comisión
Nacional decían que tenía que aprobarlo el presidente del INDER, después que
tenía que aprobarlo el Consejo de Estado. En fin.
La realidad es que si en aquel momento
nosotros hubiésemos salido para cualquier lado no sé hasta dónde habríamos
llegado. Me dan ganas de llorar. Te lo juro. Porque si en ese momento, todos y
cada uno de nosotros hubiésemos tenido la oportunidad de probarnos en cualquier
club del mundo, la realidad de esa generación hubiese sido otra, el crecimiento
deportivo hubiese sido otro, el crecimiento económico hubiese sido otro.
Estuviésemos viviendo otra realidad como grupo, como país, como selección y
como deporte.
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz en 2014
fueron el escenario de una de las hazañas más recordadas de tu
generación. No solo regresaron con la medalla de bronce, sino que lo
hicieron invictos. ¿Cuánto crees que influyó ese resultado en la pasión
que se vive hoy por el fútbol cubano?
En lo personal solo jugué quince minutos porque me lesioné en el
primer partido. Así que voy a empezar poniéndome en la piel de la
afición. No es menos cierto que eso tocó fibras sensibles. Fibras que
estaban muertas ya en muchas personas y en otras ni siquiera habían
nacido. Desde la perspectiva de la federación se dieron cuenta que de
verdad éramos buenos, pero hasta ahí, hubo emoción en el momento, pero
no fue la misma emoción que sintió el pueblo.
Desde la perspectiva de nosotros como
atletas, lo que pasó en esos Centroamericanos fue lo que ya venía pasando con
nuestra generación. Es un resultado que nosotros creíamos posible. El pueblo lo
vio como algo grande, pero nosotros ya lo habíamos hecho en el Premundial. Fue
una medalla de bronce con sabor a oro por todo lo que sabemos que pasó en la
semifinal contra México. Fue la culminación de una excelente etapa de
crecimiento, trabajo, sacrificio, aprendizaje, madurez y superación como grupo
y familia.
En 2016 hiciste pretemporada con el AC Ajaccio, del fútbol
francés. En Cuba se hablaba de tu fichaje casi como un hecho, pero no se
concretó. ¿Qué sucedió?
Ahí pasaron muchas cosas. Para empezar, no llegué en tiempo a la
pretemporada. Ellos querían que yo estuviera un mes y una semana, y solo
pude estar veintiún días. Empecé entrenando con el segundo equipo, allí
hice tremenda amistad con un muchacho que luego vi jugando Champions
con el Olympiacos. Según el entrenador todo ese grupo era dos años más
joven que yo, y sería bueno que entrenara con el primer equipo.
La primera semana me costó adaptarme,
porque el segundo equipo jugaba en terreno sintético y el primero en césped
natural. A medida que fueron pasando los días fui mejorando mucho. El técnico
quería que me quedara una semana más, pero yo sabía que con Cuba eso era
imposible. Se lo dije a mi representante y acordamos hablar con el club para
que lo entendieran.
El presidente me dijo que si yo jugaba de central
me firmaban. Sus centrales eran un veterano y uno aproximadamente de mi edad,
que en aquel momento no era mejor que yo y hoy juega en el Olympiacos con mi
amigo. Para ese entonces nunca había jugado central y mi representante me dijo
que él tampoco estaba convencido. Eso fue lo que sucedió.
Un año después logras llegar al fútbol profesional, en la
Liga Dominicana. Estuviste primero con Atlántico y luego con Delfines
del Este, en negociaciones que —como establecen las leyes de Cuba— deben
hacerse con la federación como representante. ¿Cómo vive un futbolista
cubano este proceso de negociación tan atípico?
Ese proceso fue casi la última gota de la
copa. Es una cosa de locos. Suceden cosas que muchas veces uno ni entiende, que
en ocasiones hasta te cuesta creer. Es un proceso tan estresante que el jugador
no sabe ni cómo actuar. Porque quieres resolver, pero no quieres quedar mal; tú
sabes cómo son las cosas en Cuba. Hay cosas que no puedes decir porque después
se crean una opinión errada de ti. Es un proceso bien estresante. Muchas cosas
son increíbles. Es increíble que te digan que tu contrato tiene que ir al
Consejo de Estado y te lo firme no sé quién; que tiene que pasar por cuatro
oficinas del INDER. Es de locos.
Creo que el primer contrato en Atlántico
se dio con más facilidad porque algunos funcionarios de la federación fueron a
República Dominicana por cuestiones de trabajo y regresaron con la información
de que ese equipo quería cubanos. Al hablar directamente con el club,
confiaron. Pero si va un representante que te quiere ayudar, que va a cobrar su
comisión al club, ellos no confían. Inmediatamente empiezan con el discurso de
que “los atletas no son mercancía” y “el profesionalismo” y todas estas cosas
que sólo ellos entienden.
Te digo que fue estresante porque yo me
fui para Atlántico, regresé de vacaciones a Cuba, y cuando tuve que ir para el
club de nuevo, empecé a ver un poco de trabas algo raras. Pero la gota que
rebasa la copa es cuando me voy a Delfines del Este. Me voy a ese club porque
se me frustra un contrato que —te lo juro— si se me da, yo no estuviese hoy
aquí. Lo que pasó con ese contrato fue el cincuenta por ciento de mi decisión.
Era un contrato con Pantoja, uno de los grandes de la Liga Dominicana
que iba a jugar Concachampions contra New York Red Bulls. Era una
oportunidad bonita a nivel internacional. Y esa oportunidad se me cae
porque, supuestamente, faltaban cosas en el contrato. Ahí mi cabeza
empezó a cambiar. Decidí no estresarme. Sabía que algo iba a aparecer en
República Dominicana porque allí había dejado buena imagen. Y cuando
eso sucediera, iba a firmar por un solo torneo y luego tomar mi camino.
Ahí es donde por primera vez pienso de esta manera.
Me
dices que no te dejan ir a Pantoja porque faltaban cosas en el contrato.
¿Exactamente que faltaba?
Ellos me dijeron que el club había mandado
el contrato pero que no estaba acorde con los parámetros del INDER. Yo pregunté
y me respondían simplezas. Por ejemplo, que el contrato no decía “casa” o
“apartamento” sino “casa club”. Cosas que no eran tan importantes y ese es un club
muy serio. De tener una oferta del mejor equipo de República Dominicana,
terminé yendo al último de la tabla.
Lo que pasa es que el presidente de este
último tenía buenas relaciones con Cuba. Dijo que estaba de acuerdo con todo,
que iba a hacer las cosas por la federación, que entendía todo. Pero todo el
mundo no tiene esa paciencia. Pantoja no aguantó y en la federación ni
insistieron. Decían que simplemente no habían vuelto a mandar el contrato
correctamente. Al final quien se fastidió fui yo. Y así fue como se frustraron
muchos contratos a varios de nosotros. Por eso cuando me apareció la opción de
Delfines yo dije que solo iba a firmar hasta junio, sabía que luego venía la
Copa Oro y yo no iba a regresar más a Cuba.
¿Es
cierto que te llamaron la atención por tus declaraciones al programa Fútbol por
Dentro? ¿Cómo ocurrió y qué sentiste al respecto?
No me llamaron la atención exactamente. A
mí nunca me lo dijeron. Pero una buena persona, alguien que me quiere, me
aconsejó que no fuera tan transparente porque en la reunión de los lunes
estaban hablando sobre eso. Que no me hicieran tantas entrevistas. También
alguien se lo comentó a mi mamá.
Pero nunca dije nada del otro mundo. Simplemente decía la verdad
dibujada, disfrazada. Lo que pasa es que yo no puedo mentirme a mí
mismo. Prefiero que no me hagan entrevistas. Mejor. Pero si me las van a
hacer tengo que decir lo que siento, porque el que se siente mal soy yo
y no tengo que cuidarle la espalda a nadie. Solo la mía. Y esa no me la
cuido tapando las cosas, sino corriendo, sacrificándome, entrenando.
Siempre
que la selección va a jugar a los Estados Unidos, las autoridades del fútbol
cubano toman medidas de seguridad para evitar el éxodo de jugadores. Sin
embargo, se dice que durante la Copa Oro de 2019 fue algo excesivo.
¿Exactamente qué sucedía allí?
No sé si fue excesivo. Yo había estado
antes en Copa Oro y siempre es así. Los entrenadores se rotan y hacen guardias
en los pasillos y el jefe de seguridad que va con nosotros generalmente está en
el lobby. Ahí no pasó más de lo que siempre pasa. Porque siempre los
entrenadores han hecho guardias; excepto Triana —en mi experiencia—, todos los
demás hacen guardia. Se paran en las escaleras, en los elevadores. Triana
siempre decía que él necesitaba descansar para poder trabajar.
Pero pasan cosas de locos. Cada vez que se
quedaba uno, al otro día hacían una reunión llena de consignas. Y el que se
queda no deja de ser patriota ni deja de ser cubano. El que se queda lo hace
por mejorar. Quiere cumplir su sueño, quiere sentirse libre.
Aun
así, tanto tú como otros tres jugadores burlaron las medidas de seguridad y se
instalaron en los Estados Unidos. En tu caso particular, ¿qué motivos te
llevaron a tomar esa decisión?
Lo que llenó mi copa fue lo que pasó con
mis contratos. Que, aparte de que era un proceso estresante, ya había empezado
a ver lagunas hondas sin nada en el fondo. Pero lo que reventó esa copa fue mi
hija. Esto es algo que nadie sabe, ni siquiera mi mamá lo tiene tan claro.
Y te digo que fue mi hija porque yo pasé mucho para tener dos pares
de zapatos, que es basura. Pasé demasiado. Me dolía y me duele ver como
mis padres no podían suplir mis necesidades. Y me vi siendo el
responsable de troncharle el futuro a mi hija. Mi fuente, mi
inspiración, mi real objetivo, fue mi hija. Obviamente, también quería
seguir jugando fútbol, cumplir muchas metas profesionales que aún tengo.
Pero cuando uno es padre la cabeza piensa primero en el hijo.
¿En
el momento en qué te marchas tenías vínculo contractual con Delfines del Este?
No. No tenía ningún vínculo. Cuando a mí
se me cae lo de Pantoja yo dije, “terminé”. Porque no sirvo para estar
corriendo detrás de alguien para que firme un papel, para que haga su trabajo y
más cuando en el fondo sabes que realmente no le interesa. Entonces solo firmé
con Delfines por el Torneo Apertura, porque ya sabía lo que iba a hacer, lo
tenía claro.
Una
de las vicisitudes a las que se enfrenta cada jugador cubano que toma esa
decisión, es la de estar más de un año fuera del deporte. ¿Cuéntame cómo vive
esta situación un futbolista?
Es bien difícil. No es un secreto para
nadie. Uno lo que ha hecho toda su vida es jugar al fútbol. Pero cuando sabes a
lo que vas y lo que quieres, se te hace más fácil. Cuando estás buscando la forma
de que las cosas pasen, eso te hace muy fuerte.
Además, he tenido la bendición de
encontrarme con personas que me han ayudado mucho. Primero me recoge una
familia que me trató muy bien. Luego tuve la suerte de reencontrarme con mi
hermano Arturo Diz Pe después de cinco años. Quien me abre las puertas es él.
Después de tanto tiempo sin vernos nos abrazamos, hablamos, nos actualizamos. Y
él me dio muchos trucos que normalmente la gente no te da en este país.
Y luego me he encontrado con una familia
cubana que me ha acogido como un miembro más. No sólo porque me ponen un plato
de comida en la mesa, sino por la manera en que me han ayudado a desarrollarme
en este país. Son un apoyo increíble. De
esa forma uno se va adaptando poco a poco hasta que la vida te vuelva a
sonreír, hasta que todo se reprograme, se reordene y llegues a cumplir tus
objetivos y tus sueños. Casi siempre pasa.
Pero es duro. Hay que trabajar, vivir, ser
un trabajador normal, pagar la renta, el teléfono, los impuestos. Cosas que son
nuevas para uno. En Cuba cuando te falta algo le das un grito a la vecina y eso
aquí no existe. Es difícil estar solo en un país que es grande, que tiene todo
lo bueno y lo malo del mundo.
Pero todos los procesos me los disfruto,
no te imaginas cuánto. Ayer me fui a trabajar a las seis de la mañana y regresé
a las once de la noche, pero con una sonrisa que no te puedo explicar. Porque
todos estos procesos son cosas nuevas que te van enseñando. Todo está en cómo
uno mire las cosas y seas capaz de digerirlas.
Todas
las federaciones del mundo sancionan, por un tiempo determinado, a los
futbolistas que cometen una indisciplina. En el caso de los jugadores que toman
tu decisión, la sanción es vitalicia. ¿Te parece justa o exagerada?
Con lo que no estoy de acuerdo es con que no te vuelvan a llamar a la
selección después que cumples tu sanción. Está bien, me equivoqué, pero
llegará el momento en que ya habré cumplido. Es como decir que estuve
preso, pero ya salí. Ya limpié mi expediente y puedo seguir trabajando.
Es lo que pasa con la federación de Cuba. Que aun después de cumplir tu
sanción no puedes jugar más por la selección. Entonces no es una sanción
de ocho años, es una sanción de por vida, díganlo así.
Estuviste
haciendo pretemporada con Reno 1868. ¿En qué paró todo?
A grandes rasgos lo que pasó fue que no
tenía papeles. Fui con la esperanza de que ellos pudieran ayudarme con ese tema,
pero no pudo ser. La verdad me fue muy bien. Al principio todo fue raro, pero
durante del primer partido que hicimos frente a un equipo de la liga NISA, el
técnico vio algo que le gustó y comenzó a darme más oportunidades.
Luego fuimos a jugar contra el primer
equipo, San José Earthquakes, de la MLS y contra Sacramento Republic, de la
USL. Allí me fue superbien. El técnico se me acercó y me dijo que me lo había
ganado. Él había notado que no entendía los ejercicios durante los
entrenamientos por el tema del idioma, pero en los partidos había demostrado
que tenía calidad para jugar ahí.
Me dijo que era una pena que no pudieran
ofrecerme contrato por el tema de los papeles. Pero que se comprometían a
volver a darme la oportunidad si yo seguía trabajando y cuidándome. Que ya me
habían visto y no hacía falta más pruebas. Solo querían que continuara
entrenando, que jugara en la NPSL y les mandara vídeos para darme seguimiento.
Además, me comentó que le había gustado mucho al director deportivo del primer
equipo.
¿Cuándo
y en qué club volveremos a ver jugar a Daniel Luis Sáez?
Cuando me lleguen los permisos legales,
que gracias a Dios ya están en camino, estaré listo para jugar. Ahora, en qué
club, no sabría decirte. Incluso no sé si será aquí en los Estados Unidos. Lo
que sí te prometo es que voy a volver a jugar. Primero, porque tengo el deseo,
y segundo porque tengo que cumplirle a mi familia, a mi hija, a la gente que
confía en mí y me dio mucho cariño en Cuba.
Ojalá, Dios me dé la oportunidad de ser mucho más feliz que cuando
terminé mi periplo por la selección, donde realmente era bien infeliz.
Quiero estar lleno de salud, que es lo que siempre me ha interesado.
Ojalá y este nuevo comienzo sea con la consigna de la felicidad y lleno
de éxitos.
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